033. La Jaula se Quedó sin Loba
La puerta de la habitación se cerró, pero no ofreció un refugio. Era simplemente una frontera, una línea de madera que separaba dos tipos de soledad. Selene se quedó de pie en la penumbra, escuchando los movimientos de Florencio en la sala. El sonido de un vaso apoyándose en la mesa. El crujido del cuero viejo cuando su cuerpo se hundió en el sillón. Y luego, el silencio. Un silencio pesado, cargado de las palabras que no se habían dicho y de la pregunta que ella había dejado flotando en el aire.
Se sentó en el borde de la cama. El colchón se hundió bajo su peso, un quejido cansado. El cuerpo le dolía, pero era un dolor sordo, lejano, eclipsado por la tormenta que se agitaba en su mente. Ripalda. El nombre de su sueño, ahora en boca de él. La conexión era demasiado directa para ser una casualidad. Sentía que las piezas de su pasado, un rompecabezas de sangre y fuego, estaban empezando a moverse, a reconfigurarse, y que Florencio, sin saberlo, estaba en el centro de todo.
La necesidad