031.

Selene trató de dormir. No pudo.

El cuerpo no respondía como antes.

Los músculos pesaban. Las articulaciones dolían. La piel ardía con una fiebre sin temperatura.

No tenía garras. No tenía fuerza. Y lo peor: no tenía hambre.

Antes, cada noche era una espera. El pulso de la luna le vibraba en el abdomen. La ansiedad de cazar, de moverse, de tocar, de poseer.

Ahora, era un vacío.

Una espera sin motivo.

Miró el techo durante horas.

En algún momento, recordó la voz de su madre.

«El cuerpo también guarda silencio.»

Y entendió que ya no estaba esperando recuperarse.

Estaba despidiéndose.

🌑 🌊 🐾

Florencio llegó al hospital clandestino del gobierno a las cuatro de la madrugada.

Ubicado en las afueras de General Madariaga, el sitio era una mezcla de instalación militar abandonada y clínica de investigación biológica. Sin cartel. Sin entrada oficial. Sólo coordenadas que cambiaban cada semana.

Lo recibió la doctora Bruna Ferreiro.

Cabello corto, gafas negras, delantal impecable.

—Llegaron nue
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