Elena revisó su teléfono por enésima vez esa tarde, ni una llamada, ni un mensaje, nada.
Dorian había desaparecido.
La mañana después de aquella noche inolvidable, despertó sola. No había notas, ni pistas, solo el aroma tenue de su loción en las sábanas, como una promesa rota.
Intentó convencerse de que estaría ocupado, que quizá algo urgente había requerido su atención. Pero los días pasaron, uno, dos, cuatro.
El silencio dolía más que cualquier palabra cruel, la ausencia de Dorian calaba como un cuchillo frío entre las costillas. No sabía si lo que compartieron había sido real para él o solo una pausa momentánea en su mundo de sombras.
Hasta que llegó la carta.
No un mensaje en su celular, ni un correo, una invitación, como las primeras veces. Con sobre negro, sello en cera y letra cursiva trazada a mano.
Sus dedos temblaron al abrirla.
Esta noche. 21:00h, el lugar ya lo conoces.
Lencería negra.
No llegues tarde.
—D
El corazón de Elena latió desbocado, sintió una mezcla de furia, an