Elena observó el sobre negro que había llegado esa mañana a su apartamento. No había remitente, solo una palabra escrita en tinta carmesí: "CUERO". Su corazón dio un vuelco. Sabía exactamente lo que eso significaba. Era una invitación al club, pero no una noche cualquiera. Las reglas cambiaban cuando el sobre llevaba solo una palabra.
Elena abrió su armario y, después de unos segundos de duda, eligió el vestido de cuero rojo que casi no usaba. Se ajustaba como una segunda piel, dejaba su espalda al descubierto y marcaba cada curva con agresiva elegancia. Se puso unos tacones del mismo tono y se delineó los labios con un rojo profundo. No iría como una simple espectadora, iría a marcar su territorio.
El camino al club le pareció más largo de lo habitual. Cada latido era una mezcla de anticipación y angustia. Había algo en el aire, un presentimiento que la hizo tensar los dedos sobre el volante.
Cuando finalmente cruzó las puertas del club, el ambiente era distinto. Las luces tenues se