La noche cayó con un sigilo que parecía preparado para lo que estaba por suceder. Afuera, la ciudad respiraba en murmullos, pero en el interior del apartamento de Elena, el mundo se contraía a una sola expectativa, ¿qué nuevo juego diseñaría Dorian esta vez?
Elena se encontraba de pie frente al espejo, observándose con detenimiento. Llevaba una bata negra satinada que apenas rozaba sus muslos, y en su cuello desnudo, imaginaba el peso de lo que él le pondría esa noche. Un mensaje había llegado horas antes, breve y puntual, como siempre: “Prepárate. Esta noche probarás lo que significa pertenecerme de verdad.”
Sus dedos temblaron al cerrar la bata, su respiración era lenta, profunda, como si tratara de mantenerse en equilibrio frente al abismo del deseo y la incertidumbre.
Al llegar al club, fue recibida sin palabras, una de las asistentes, vestida con elegancia sobria, le indicó que la siguiera por un corredor apenas iluminado. Cada paso aumentaba la tensión que palpitaba en su pecho.