Yvi
Estoy aquí, suspendida entre dos mundos, entre el deseo y la derrota. La sombra de lo que soy se desmorona cada vez que él me toca, cada vez que se acerca a mí. Es una sensación indescriptible, dulce y dolorosa a la vez, como si mi alma estuviera quemada por un fuego que no comprendo. Él es la llama. Él es la ceniza. Y me consumo sin poder escapar de este incendio, sin poder desprenderme del calor que me devora. La verdad es que soy a la vez la víctima y la cómplice, y en esta dualidad, me pierdo un poco más cada vez que nuestros cuerpos se rozan.
Sus manos acarician mi piel, suaves al principio, como una promesa. Lo siento, cada escalofrío recorriendo mis nervios, cada aliento que no logro controlar. Sus dedos acarician mis brazos, siguen la línea de mis costillas, trazando senderos invisibles de deseo. Él está aquí, en mi espacio, y todo en él me habla de una dominación silenciosa. No me obliga, pero no me deja opción. Me aprisiona en una trampa invisible, y cada movimiento, cad