Yvi
El aire es más denso de lo que debería. Cada paso me da la impresión de estar empujando una frontera invisible, un límite antiguo que nunca debió ser cruzado. Pero caminamos, juntos, unidos, llevados por el aliento del pacto, por el eco de nuestras promesas.
Siento sus miradas. Cada uno de ellos.
Aleksandr, a mi izquierda, es una presencia bruta, entera. No sonríe. No habla. Pero arde. Lo conozco lo suficiente para saber lo que piensa: ya está calculando las probabilidades, las salidas, los sacrificios a consentir. A veces me mira, de reojo. Y en esa mirada, hay orgullo... y ese miedo salvaje de perderme.
Kael avanza justo detrás, casi en silencio, pero su magia ya danza en la punta de sus dedos. No quiere que lo vea. Sabe que lo siento. Siempre está listo, siempre ahí. Me ama sin drama, sin gritos. Quizás eso es lo que me aprieta el corazón. Esta calma. Esta fe muda.
Soren, él, juega a ser despreocupado. Habla con Lyam, hace bromas, imita a los Antiguos con sus voces arrastrada