Mundo de ficçãoIniciar sessãoY cuando todo se calmó, cuando solo se escuchaba el ritmo agitado de sus corazones, Demián la sostuvo con una fuerza que no era amorosa, sino de toma de rehenes.
Valeria se acurrucó, exhausta, con una sonrisa de victoria en los labios. Había ganado esa batalla de intensidad. Él la miró fijamente en la oscuridad, trazando la curva de su cadera con un dedo posesivo. Y fue en ese silencio, en la más profunda intimidad de la noche, donde Demián tomó su primera decisión fría y despiadada sobre ella: no la dejaría ir jamás. Se vistió con la ropa de la noche anterior, un vestido sencillo que ahora parecía contener el eco de esa pasión salvaje. Con el cabello ligeramente revuelto y una chispa renovada en los ojos, Valeria salió del hotel, el aire fresco de la mañana una bienvenida después del calor opresivo de la habitación. Tenía la intención de ir directamente a casa, ducharse y olvidar el nombre del desconocido que había incendiado su mundo por unas horas. El camino a casa de su padre era familiar, pero esta vez, cada edificio parecía más brillante, cada ruido más nítido. Abrió la puerta con su llave, esperando el silencio habitual de la mañana. Pero la casa no estaba en silencio. El murmullo de voces masculinas llegó desde la sala. Un escalofrío helado le recorrió la espalda. ¿Quién estaría aquí tan temprano? Su padre no solía tener visitas a esa hora. Valeria dejó su bolso en el perchero y se dirigió a la sala, la sonrisa despreocupada congelada en sus labios. Su padre, un hombre de negocios respetable y con una presencia imponente, estaba sentado en su sillón favorito, charlando animadamente. Frente a él, en el sillón de visitas, con una taza de café en la mano y la pierna cruzada con una elegancia casual, estaba el hombre de la noche. Los ojos de Demian Vieri se levantaron lentamente, encontrándose con los suyos. El mundo de Valeria se detuvo. La sonrisa que él le dedicó no era la de un amante; era la de un depredador que acaba de identificar a su presa en un territorio que ella creía seguro. Sus ojos oscuros, que anoche ardían de deseo, ahora brillaban con una astucia peligrosa y una satisfacción macabra. Era la misma mirada que la había devorado en la oscuridad, pero ahora, bajo la luz del día y en la casa de su padre, era una sentencia. El corazón de Valeria dio un vuelco, un tamborileo violento contra sus costillas. La sangre se le heló. Se sintió expuesta, vulnerable, desnuda bajo la mirada de él. (Con una sonrisa cálida hacia Demian) " __ ...... Y placer, viejo amigo, tenerte aquí tan temprano. Ha pasado demasiado tiempo __ Dijo Federico __Demian: (Su voz, la misma que había susurrado obscenidades en su oído horas antes, ahora era suave y formal) __ El placer es mío Federico Siempre es bueno visitar a la familia "Familia". La palabra rebotó en la mente de Valeria como una bofetada. Él se puso de pie, su estatura grandote e imponente llenando el espacio, su espacio, su casa. Su mirada nunca abandonó la de ella, una promesa silenciosa y aterradora. (Volviéndose hacia Valeria, ajeno al cataclismo que acababa de desatarse) __ Valeria, ¿hasta ahora llegas? No cambias hija mía . Ven a saludar. Ya conoces a Demian, ¿verdad? Demian Vieri, mi mejor amigo Demian extendió una mano hacia ella, no con la intención de un saludo casual, sino como quien reclama un premio, de los ojos de Valeria salían chispa por el mismo enojo. Sus ojos, mientras su padre no los veía, se oscurecieron con una posesión tan intensa que le cortó la respiración. (Con una sonrisa pública que no llegaba a sus ojos) __ Valeria. Es un placer volver a verte __ Y bajó la voz apenas un murmullo que solo ella pudo escuchar __ Aunque anoche me dijiste que mi nombre era... dueño __ El mundo de Valeria se vino abajo. El hombre que había compartido su cama, que había prometido un fuego sin dueños, era Demian Vieri. El mejor amigo de su padre. El jefe de la mafia. Y la mirada en sus ojos le decía que no solo la quería, sino que ahora, sabiendo quién era ella, la reclamaría con una ferocidad aún mayor. El segundo golpe fue el alcance de su poder. Él no era un delincuente; era un mafioso, un Demonio al mando de un imperio de sombras. Sus hombres no eran matones, sino soldados disciplinados. El conocimiento de que sus tentáculos llegaban a la policía, a los bancos y a cualquier vía de escape imaginable, le cortó la respiración. La jaula no tenía barrotes visibles, pero sus muros eran las fronteras de un continente. No había cómo escapar. El segundo golpe fue el alcance de su poder. Él no era un delincuente; era un mafioso, un Demonio al mando de un imperio de sombras. Sus hombres no eran matones, sino soldados disciplinados. El conocimiento de que sus tentáculos llegaban a la policía, a los bancos y a cualquier vía de escape imaginable, le cortó la respiración. La jaula no tenía barrotes visibles, pero sus muros eran las fronteras de un continente. No había cómo escapar






