CAPÍTULO 5: UN FREEZER DOMINANTE

CAPÍTULO 5: UN FREEZER DOMINANTE

Eden

Sigo a Dmitry con el corazón golpeándome en el pecho, convencida de que no se ha dado cuenta. Trato de no hacer ruido pegándome a las paredes del pasillo del hospital mientras avanzo con cautela. Parece absorto en lo suyo, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero, camina con esa postura relajada, pero letal al mismo tiempo. No sé por qué lo sigo, es una mala idea, lo sé, pero hay algo en él que me inquieta demasiado. Algo que no puedo ignorar.

Pero de repente, al doblar una esquina, ya no está. Frunzo el ceño, buscando con la mirada. ¿A dónde demonios se fue? No hay ninguna puerta cerca, ninguna salida… Me detengo por un segundo, confundida, pero antes de que pueda reaccionar, una presión en mi garganta me corta el aliento.

Un jadeo ahogado se escapa de mis labios cuando me golpeo contra la pared. Dmitry me tiene atrapada con una de sus manos firme en mi cuello sin apretar lo suficiente para asfixiarme, pero sí para que entienda que no puedo moverme. Sus ojos, fríos y afilados como cuchillas, se clavan en los míos.

—¿Por qué me sigues? —pregunta con esa voz grave y peligrosa que hace que mi piel se tense de inmediato.

Trato de negar con la cabeza, pero su mano sigue ahí, sosteniéndome, inmovilizándome.

—No… no te estaba siguiendo —balbuceo, con el corazón martillando en mis oídos—. Te vi y… pensé que tal vez necesitabas algo.

Él no dice nada. Solo me observa con una intensidad insoportable. Después de un par de segundos que se sienten como una eternidad, me suelta de golpe. Toso y llevo una mano a mi garganta, tratando de recuperar el aliento.

—Lo siento… —susurro, todavía sacudida.

Pero él ya no me está escuchando. Se mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca un pequeño ramo de flores.

—Sabes qué… sí necesito que hagas algo por mí —dice, extendiéndomelas.

Parpadeo, sorprendida.

—¿Qué…?

—Quiero que se las des al hombre de esa habitación.

Sigo la dirección de su mirada hasta una puerta unos metros más adelante. Algo en mi instinto me dice que no haga preguntas, así que asiento, tomo las flores y me alejo.

Al entrar a la habitación, me recibe el olor a desinfectante. Hay un hombre en la cama, dormido o inconsciente, con la piel pálida y demacrada. Su respiración es errática y su cuerpo está inmóvil bajo las sábanas. Dejo las flores en la mesita de noche y, cuando me doy la vuelta para salir, todo sucede demasiado rápido.

El hombre comienza a toser violentamente, su cuerpo se sacude con espasmos y, de repente la sangre comienza a brotar de su nariz. Un escalofrío me recorre entera.

¡Dios mío!

Retrocedo, el miedo se me queda atrapado en el pecho. Salgo corriendo de la habitación antes de que pueda ver más, pero cuando regreso al pasillo, Dmitry ya no está.

Intento calmarme, respirar hondo, pero mi cabeza sigue girando. No sé qué acaba de pasar ahí dentro, pero tengo un muy mal presentimiento. Con el estómago revuelto, vuelvo a la habitación de mi padre y… me detengo en seco.

Dmitry está ahí, sentado junto a la cama de mi papá, con la misma expresión de siempre; una indiferencia inquebrantable, como si nada hubiera pasado. Mi padre sonríe, relajado, completamente ajeno a lo que sucede.

—Tienes un buen jefe, Eden —dice, sin notar cómo me pongo rígida.

Dmitry me mira. Es solo un segundo, pero siento la amenaza en sus ojos.

—Te veré en la casa —murmura antes de levantarse y salir con una calma irritante que me pone los nervios de punta.

No sé cuánto tiempo me quedo ahí de pie, tratando de procesar todo, pero cuando finalmente me muevo, busco a Johanna.

Cuando la encuentro en los pasillos y trato de actuar normal, ella me suelta una bomba.

—Un paciente se puso mal hace poco —dice con un suspiro—. Alguien le llevó unas flores y resultó que era alérgico.

Mi estómago cae al suelo.

—¿Qué le pasó?

—Murió.

Siento un mareo repentino, como si mi sangre hubiera dejado de circular.

—¿Saben quién le dio las flores?

—No… Las cámaras no estaban funcionando.

Las manos me tiemblan. Trato de controlarme, de no delatarme, pero por dentro me estoy muriendo de nervios. Me despido apresurada y salgo del hospital con la cabeza a mil.

Cuando llego a la mansión, apenas cruzo la puerta, una de las criadas me lanza una mirada despectiva antes de decir:

—El señor Dmitry te está esperando en su habitación.

Mi pecho se aprieta. No me gusta esto, no me gusta nada, pero no tengo opción. Me dirijo a su habitación y, sin pensarlo demasiado, abro la puerta.

En ese instante me congelo. Dmitry está sin camisa frente al espejo limpiándose una herida en el pecho con un algodón empapado en alcohol. La tenue luz de la habitación resalta la firmeza de sus músculos, la piel cubierta de tatuajes oscuros que recorren su torso y brazos. Me quedo petrificada, con los ojos recorriéndolo sin permiso, hasta que su voz rompe el silencio.

—Nadie entra a mi habitación sin mi permiso —dice con frialdad, sin molestarse en volverse del todo hacia mí.

Parpadeo rápidamente, sacándome la imagen de la cabeza, y me aclaro la garganta.

—Yo… solo… me dijeron que quería hablar conmigo.

Mi voz no suena tan firme como quisiera.

Dmitry apenas levanta la vista, como si mi presencia no le importara lo más mínimo. Apoya un brazo en la mesita de noche y continúa limpiando su herida con la misma indiferencia con la que alguien se quita el polvo de la ropa.

—No te he mandado a llamar —responde, seco y cortante.

Freezer tenía que ser. Este hombre podría ser un robot y nadie lo notaría. De pronto, sin previo aviso, se gira del todo y mi cerebro se apaga.

Mierd4.

No sé si es la luz de la habitación o si mi mente está jugando conmigo, pero verlo así, con el torso desnudo, los músculos firmes y definidos cubiertos de tatuajes oscuros, me provoca un revoloteo en el estómago que no quiero admitir. Trago en seco. Su piel está llena de símbolos y líneas en tinta negra que parecen contar una historia que nunca me va a dejar leer.

Él carraspea.

—¿Ya acabaste de mirar?

Su tono es impasible, pero hay algo en su mirada que me hace sentir descubierta, como si hubiera leído exactamente lo que pasó por mi cabeza. El calor se acumula en mis mejillas.

Carraspeo torpemente dando un paso atrás, pero Dmitry avanza sin la más mínima vergüenza, sin importarle que aún esté semidesnudo, sin dejarme espacio para escapar de su presencia imponente.

—Ah, yo… solo quería decirle que le di las flores al hombre y él…

—Bien —me interrumpe sin darme la oportunidad de rebatir—, si sigues obedeciendo mis órdenes y no haces preguntas, tal vez extienda tu contrato.

No me da ninguna explicación. No se molesta en justificar nada. Es como si yo fuera una pieza más en su tablero de ajedrez, moviéndome solo cuando él decide que es el momento.

Un escalofrío me recorre la espalda. No necesito que me lo diga dos veces, doy media vuelta y prácticamente salgo corriendo de ahí.

Cuando cierro la puerta detrás de mí, el aire en mis pulmones se siente demasiado pesado. Me apoyo contra la pared y llevo una mano a mi pecho, tratando de calmar mi respiración agitada.

Uno me besó como si fuese suya. El otro me usó para asesinar a alguien.

¡¿Quién carajos son estos gemelos?!

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