Mundo ficciónIniciar sesiónSOFÍA
Miércoles Empiezo la semana con la energía de mil soles. El aire fresco de Montana parece haberme inyectado una dosis extra de determinación. Luke no sabe con quién se ha metido. Soy Sofía Vega, por el amor de Dios. Hebconvencido a editores implacables de publicar mis locas ideas y he domadova fans obsesivos que creían que mis vampiros eran reales. Un sheriff gruñón no va a ser mi perdición. Mi primer intento es simple, casi ingenuo en su simplicidad: me presento en la comisaría con café y donuts. El aroma del café recién hecho llena el aire mientras empujo la puerta con la cadera, equilibrando la bandeja en mis manos. —Buenos días, Luke —saludo con mi mejor sonrisa, la misma que he usado en cientos de firmas de libros—. Te he traído el desayuno. Él levanta la vista de su escritorio y me mira como si le hubiera traído una bomba en lugar de un inocente café. Sus ojos se entrecierran con sospecha. —Gracias, pero no —dice, su voz tan fría como el viento de las montañas. —Vamos, Luke. Solo es café —insisto, acercándome a su escritorio—. No muerde, lo prometo. —Y la respuesta sigue siendo no —responde, volviendo a sus papeles como si yo no existiera. Salgo de la comisaría con la dignidad que me queda, preguntándome si las ardillas de Montana apreciarían unos donuts glaseados. Jueves Bien, el enfoque directo no funcionó. Hora del Plan B. Me paso la mañana recopilando información sobre Luke como si fuera una espía en una novela de misterio. Resulta que, en un pueblo pequeño, todo el mundo conoce las costumbres de todos. Me entero de que Luke siempre almuerza en la cafetería del pueblo, un lugar acogedor llamado «El Tenedor de Plata». Perfecto. Me siento en su mesa habitual justo cuando el reloj marca las 12:30, la hora en que, según mis fuentes (la camarera chismosa), Luke siempre llega. La campanilla de la puerta suena y ahí está él, puntual como un reloj suizo. Nuestras miradas se cruzan y por un segundo veo la sorpresa en sus ojos antes de que su expresión se endurezca. —¡Qué casualidad! —exclamo con fingida sorpresa—. Ya que estamos aquí, podríamos hablar sobre... —No —me corta, y se da la vuelta para irse a otra mesa. Lo veo sentarse solo en la esquina más alejada, su espalda rígida como si esperara un ataque. Suspiro y me pregunto si todos los hombres de Montana son tan testarudos o si Luke es un espécimen particularmente difícil. Viernes Hoy decido seguirlo en su patrulla. Me levanto al amanecer y me escondo (bueno, me siento en un banco) frente a la comisaría. Cuando Luke sale y se sube a su coche, arranco el mío y lo sigo a una distancia que espero sea discreta. Lo que no anticipé fue que su primera llamada del día sería para rescatar a una vaca atrapada en el barro. Observo desde mi coche cómo Luke se acerca al animal, hablándole suavemente. Hay una gentileza en sus movimientos que me sorprende y, por un momento, me quedo embobada mirándolo. Sacudo la cabeza. Concéntrate, Sofía. Estás aquí por trabajo, no para babear por el sheriff. Salgo del coche, decidida a demostrar mi utilidad. —¡Puedo ayudar! —grito, mientras avanzo hacia ellos. Demasiado tarde me doy cuenta de que el barro es más profundo de lo que parece. En cuestión de segundos, estoy hundida hasta las rodillas, luchando por mantener el equilibrio. Luke me mira, y juro que veo un atisbo de diversión en sus ojos antes de que la preocupación tome el control. Suspira profundamente y procede a sacarme a mí en lugar de a la vaca. Sus manos son fuertes y cálidas mientras me ayuda a salir del lodazal. Por un momento, estamos tan cerca que puedo oler su colonia mezclada con el aroma a cuero de su chaqueta. —Vete a casa, Sofía —dice suavemente, casi con resignación. Me alejo, cubierta de barro y con la dignidad por los suelos, preguntándome si esta experiencia contará como «investigación de campo» para mi libro. Sábado Mi entusiasmo empieza a flaquear, pero mi determinación sigue firme. Hoy intento el enfoque intelectual. Me paso la mañana en la biblioteca local, investigando sobre la importancia de la policía rural y cómo los medios a menudo la pasan por alto. Armada con estadísticas y datos, me dirijo a la comisaría. Encuentro a Luke saliendo para su patrulla. —Luke, piénsalo —empiezo, siguiéndolo hacia su coche—. Mi libro podría ayudar a que la gente entienda mejor el trabajo de la policía rural. Podría ser una herramienta educativa, además de entretenimiento. Él se detiene y me mira, casi con lástima. Por un momento, creo ver un destello de algo en sus ojos. ¿Interés? ¿Consideración? Pero desaparece tan rápido que me pregunto si lo he imaginado. —Sofía, la respuesta sigue siendo no —dice, su voz más suave de lo habitual—. Aprecio tu... entusiasmo, pero mi trabajo no es material para novelas. Lo veo alejarse en su coche, sintiendo como si acabara de perder una batalla que ni siquiera sabía que estaba librando. Domingo Desesperación. Esa es la palabra del día. Me despierto con la sensación de que se me acaba el tiempo, de que estoy perdiendo mi única oportunidad. Encuentro a Luke fuera de la comisaría, lavando su coche patrulla. El sol brilla sobre su pelo y por un momento me quedo sin aliento. ¿Cómo puede alguien verse tan bien haciendo algo tan mundano? —Luke, por favor —digo, acercándome—. Haré lo que sea. Limpiaré la comisaría. Haré tu papeleo. ¡Incluso lavaré tu coche patrulla! Él se detiene, la esponja goteando en su mano. Me mira y por un momento veo algo en sus ojos. ¿Compasión? ¿Culpa? —Sofía... —empieza, y por un momento creo que lo he logrado. Mi corazón se acelera con esperanza. Pero entonces niega con la cabeza. —No. Lo siento, pero no puedo. Me alejo, sintiendo como si acabara de perder mi última oportunidad. Lunes Ya no sé qué más hacer. La desesperación ha dado paso a una especie de resignación apática. Hoy simplemente me siento en un banco frente a la comisaría, esperando... no sé qué. ¿Un milagro? ¿Una epifanía? ¿Que Luke de repente cambie de opinión? El día pasa lentamente. Veo a Luke salir y entrar varias veces. Cada vez que me ve, niega con la cabeza antes de subir a su coche o entrar en la comisaría. Me siento como un cachorro abandonado bajo la lluvia, esperando que alguien me rescate. Pero nadie viene. Y Luke sigue siendo una fortaleza impenetrable. Martes Me rindo. Oficialmente. Tiro la toalla. Abandono el barco. Elige la metáfora que quieras. Paso el día en el porche de la casa de la abuela Rose, mi portátil abierto frente a mí. La página en blanco me mira, burlándose de mi fracaso. El cursor parpadea, como un dedo acusador señalando mi incapacidad para escribir una sola palabra. No puedo escribir ni una línea. ¿Cómo se supone que voy a escribir una novela sobre un sheriff si el único que conozco no me deja ni acercarme? Las palabras se me escapan como agua entre los dedos. Estoy desesperada. Mi carrera, mi futuro, todo depende de este libro. Y ahora mismo, parece tan inalcanzable como la luna. Casi puedo oír la voz de Tom, mi agente, diciéndome «te lo dije». La idea de volver a Nueva York con las manos vacías me revuelve el estómago. Cierro el portátil de golpe, frustrada. El sonido resuena en el silencio del porche, como un eco de mi fracaso. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Volver a Nueva York con el rabo entre las piernas? ¿Admitir ante Tom que tenía razón, que este viaje fue una locura? No. No puedo rendirme. Tiene que haber una manera de hacer que Luke ceda. Tiene que haberla. Soy Sofía Vega, por el amor de Dios. He creado mundos enteros con mi imaginación. He hecho que millones de lectores se enamoren de personajes que solo existían en mi mente. No puedo dejar que un sheriff testarudo sea mi perdición. Pero mientras miro el sol ponerse sobre las montañas de Montana, pintando el cielo de rojo y oro, no puedo evitar sentir que me estoy quedando sin opciones y sin tiempo. La belleza del paisaje contrasta cruelmente con el caos en mi interior. Estoy desesperada. Y lo peor es que no tengo ni idea de qué hacer a continuación. Cada intento, cada estrategia, cada acercamiento ha sido un fracaso. Es como si Luke tuviera un escudo impenetrable contra mis encantos y mi determinación. Cierro los ojos y respiro profundamente, dejando que el aire fresco de Montana llene mis pulmones. Tiene que haber algo que no haya intentado. Algún ángulo que no haya considerado. Alguna forma de llegar a Luke que no haya explorado aún. Pero por más que lo pienso, por más que exprimo mi cerebro en busca de ideas, nada surge. Es como si mi creatividad, esa chispa que siempre me ha sacado de apuros, se hubiera extinguido. Mientras la noche cae sobre Pine Ridge, me quedo sentada en el porche, sintiéndome más perdida y sola que nunca. El sonido de los grillos y el ulular lejano de un búho son mi única compañía. Mañana, me digo. Mañana encontraré una solución. Mañana será diferente. Pero incluso mientras me lo repito, una parte de mí sabe que estoy mintiendo. Y esa parte se pregunta si tal vez, solo tal vez, he encontrado finalmente un desafío que no puedo superar.






