SOFÍAMe despierto de golpe, con una urgencia que no puedo ignorar. Maldita sea,tengo que hacer pis. Y no un pis cualquiera, sino uno de esos que amenazan con convertirse en catástrofe nacional si no lo atiendo de inmediato.«No deberías haber bebido tanto té, por muy bueno que estuviera», me regaño mentalmente mientras me preparo para levantarme. La abuela Rose hace un té delicioso, pero ahora estoy pagando las consecuencias. Miro elreloj en la mesita de noche. Las dos de la madrugada. Genial. Intento moverme con sigilo, lo cual, a decir verdad, no se me da nadabien. En Nueva York, mi torpeza nocturna solo molestaba a mis vecinos.Aquí, en el silencio absoluto del rancho, cada paso suena como un elefante en una cacharrería.La oscuridad es casi total. En la ciudad, siempre hay alguna luz colándose por las ventanas, pero aquí... aquí la noche es tan negra que casipuedo sentirla pegada a mi piel. Extiendo las manos frente a mí, tanteando el aire como una mimo torpe.Y, por
Leer más