Los días transcurrieron rápidamente, y la familia Beaumont tomó una decisión inapelable: Nathaniel debía partir al extranjero para prepararse en los negocios familiares. Su padre, un hombre severo y exigente, dejó en claro que no había opción.
—Es momento de que madures, Nathaniel. No puedes seguir perdiendo el tiempo. Si no te casas pronto, yo mismo te buscaré una esposa, pero antes de eso, debes demostrar que eres capaz de manejar nuestros negocios.
Su madre, más comprensiva pero igualmente firme, apoyó la decisión.
—Será una gran oportunidad para ti, querido. Cuando vuelvas, nadie podrá cuestionar tu capacidad.
Nathaniel asintió, resignado. Sabía que oponerse era inútil, pero antes de marcharse, había algo que debía hacer.
---
Aquella tarde, Nathaniel se dirigió a la mansión Sinisterra. Sabía dónde encontrar a Alanna: en el invernadero, su refugio dentro de aquella casa donde rara vez hallaba paz.
—Nathaniel —dijo ella al verlo entrar—, no esperaba verte hoy.
Él le dedicó una sonri