Las semanas habían pasado lentamente, como si el tiempo se estirara solo para ver hasta dónde aguantaban todos dentro de la empresa Sinisterra. Desde la llegada de Alanna como nueva directora ejecutiva, el ambiente era diferente. Más tenso. Más cuidadoso. Más... frío.
Pero esa frialdad no era gratuita. Alanna no solo estaba ejerciendo su cargo. Estaba cobrando facturas. Una por una.
Durante años, Allison Sinisterra la había menospreciado, atacado con rumores, la había humillado dentro y fuera de la familia. Y aunque durante los primeros días Alanna había mantenido su compostura imperturbable, ahora… el hielo comenzaba a moverse. Bajo la calma aparente, un invierno implacable se abría paso.
Era lunes por la mañana cuando Allison entró en la oficina central, caminando con sus tacones perfectamente sincronizados. A pesar de ya no ser vicepresidenta de imagen, aún vestía como si lo fuera. Labios rojos, peinado impecable, perfume costoso. Pero su expresión ya no era la misma de antes. Habí