Alexa no podía dormir.
La oscuridad de su habitación solo parecía agudizar su ansiedad, como si las sombras le susurraran que no esperara más. Daba vueltas en la cama, y cada vez que cerraba los ojos, una imagen se imponía sobre todas: Leonardo con Alanna, felices, unidos… invencibles. Y esa idea la consumía.
No podía soportarlo.
—No, no más —murmuró, alzándose de la cama con decisión.
Encendió la lámpara de noche y fue directo a su escritorio. Allí, su laptop esperaba, con la tapa entreabierta como una puerta al caos que estaba a punto de desatar. Se sentó, cruzó las piernas con elegancia y abrió la carpeta con las imágenes.
Las fotos que había tomado aquella noche, aprovechando la ebriedad de Leonardo, eran tan sugerentes como escandalosas: él dormido, sin camisa, su cuerpo inclinado hacia un costado en el sofá, el labial rojo aún marcando su mejilla, y ella encima, simulando una cercanía que no había sido consentida.
Por un segundo pensó en hacerlo público, en ponerlo en redes, env