Capítulo 228: El peso del día y el llamado del corazón.
Leonardo llegó a la empresa más tarde de lo habitual. Había estado conduciendo sin rumbo durante más de una hora antes de decidirse a entrar. No era miedo lo que lo detenía… era culpa. Había pasado otra noche sin poder dormir, otra noche a su lado sin poder abrazarla. La distancia entre ellos crecía, no en metros, sino en silencios.
Sus pasos resonaban firmes en el mármol del vestíbulo. Todos los empleados al verlo, se irguieron con respeto. La figura de Leonardo imponía. El traje oscuro perfectamente planchado, su postura recta, la mirada fija, fría. Pero por dentro, estaba hecho pedazos.
Mientras atravesaba el pasillo principal, notó cómo algunas miradas se desviaban hacia él con una mezcla de admiración y miedo. No era de extrañarse. Leonardo era conocido por su eficiencia, pero también por su temperamento cuando alguien cruzaba los límites.
Justo cuando se dirigía a los ascensores, una figura familiar, enfundada en un vestido ajustado de color vino, salió al encuentro. Alexa.
—Leo