La señora Sinisterra había llegado a su mansión, un lugar que alguna vez estuvo lleno de risas y momentos felices, pero que ahora solo le evocaba un vacío doloroso. Con el corazón aún en conflicto por todo lo sucedido con Alanna y la familia, se permitió descansar en la soledad de su hogar. Sin embargo, algo dentro de ella la empujaba a buscar algo que la conectara con el pasado, con la hija que había criado, aunque todo pareciera haber cambiado de forma irreversible.
Cuando cruzó el umbral de la mansión, lo primero que sintió fue una mezcla de familiaridad y desconcierto. El gran hall de mármol, las escaleras de hierro forjado, y el aroma suave del aire acondicionado en las primeras horas de la mañana. Sin embargo, la atmósfera se sentía diferente, más pesada. Como si la casa misma estuviera consciente del sufrimiento que se vivía dentro de sus paredes.
Al entrar en la sala, vio a Allison. La joven estaba sentada, con un aire elegante pero con los ojos un poco más apagados de lo usua