Después de que Axel Doria se entera de que su tía ha dejado toda la fortuna en manos de la sirvienta, no tiene más opción que acceder al plan de su madre. Este consiste en conquistar, salir y en enamorar a aquella mujer para que mediante engaños les devuelva su fortuna. Jessica sufre ante la falta de dinero y humillaciones en la mansión dónde trabaja, pero siempre ha estado dispuesta a soportarlo todo porque anhela sacar a su hijo adelante. Sin embargo, un día su suerte cambia repentinamente: Axel Doria, su atractivo jefe y artista, a quien ha admirado desde que era una adolescente, se fija en ella. Jessica no puede entender las razones de la conducta del hombre, pero toma lo que el universo le ofrece sin detenerse a cuestionarlo lo suficiente. Axel nunca ha sido el hombre más agradable, pero su visión del mundo empieza a cambiar cuando descubre en Jessica una mujer impensable. Así, el amor imperará sobre la belleza y las clases sociales, pero cuando Axel se arrepiente de sus errores y pretende cambiar ya es demasiado tarde. La verdad ha sido descubierta. ¿Reinará el amor y la pasión sobre el deseo de venganza? ¿Bastará el perdón para arreglar un corazón hecho pedazos?
Leer más—¡Oiga! —Exclamó Jessica Ángel después de que el hombre pasara a su lado, enviándole una rociada de agua sucia sobre su uniforme—. ¡¿Qué tal el desgraciado?!
Para su sorpresa, el auto negro lujoso derrapó en el pavimento y retrocedió hasta donde ella se encontraba. Sus ojos se abrieron de par en par cuando el vidrio blindado descendió dejando ver a un hombre que ella y todo el país reconocían.
¡Se trataba del guapísimo y famoso cantante Axel García!
—No la vi, señorita —dijo él en tono despectivo, dirigiéndole una mirada aburrida a través de sus gafas oscuras—. Tome —Axel le extendió unos cuantos billetes en compensación, pero Jessica se negó a aceptarlo.
—Con una disculpa habría sido suficiente, señor —dijo ella, sacudiendo la bolsa de la compra para quitar el agua sucia—. Ahora lo mínimo que puede hacer es acercarme a la mansión.
Axel le dio una sonrisa de burla:
—¿De verdad pretende que la suba a mi auto en esas condiciones, señorita? Y no me refiero a su sucio uniforme de empleada doméstica, sino a su clase en general.
Jessica lo miró sorprendida. En realidad le encantaban las canciones del artista, él era incluso una de sus mayores fuentes de inspiración. Siempre era tan amable en las entrevistas, ¿por qué ahora se mostraba tan arrogante?
—Que decepción —Jessica le dio una mirada desaprobatoria—. No me imaginé que alguien de “su clase” fuera tan mal educado. Acaba de perder una admiradora, Axel, y mucho más que eso una futura colaboradora.
—¿Colaboradora?
—Sí, porque yo también sé cantar y algún día voy a ser mucho mejor que usted.
El aludido soltó una carcajada.
—Me lo imagino —respondió con desdén—. ¿Sabía que aquellos que hacen alarde de sus anhelos jamás lo consiguen? No, no me diga nada. No voy a rebajarme a discutir con una simple empleada del servicio.
Axel arrancó el motor, pero antes de que pudiera avanzar, Jessica prorrumpió en un estrepitoso y fingido llanto. El hombre la miró, sin comprender, pero al volverse hacia el otro lado de la calle descubrió que había varios paparazzi en el lugar, captando el momento con sus cámaras.
—¡¿Por qué me tratas así, Axel?! —gritó Jessica sumergida en un llanto incontenible—. No solo te bastó con ensuciarme, sino que ahora también me insultas. Es cierto que me gano la vida limpiando casas, pero es un trabajo digno y no es necesario que me humilles.
Jessica se cercioró de hablar en tono adecuado para que todos los presentes escucharan.
El rostro de Axel se tiñó de rubor. Él se apeó del auto e intentó controlar la situación para quedar bien ante las cámaras, pero Jessica siguió gritando y llorando como una desaforada. De repente, una multitud los estaba rodeando, filmando la bochornosa escena.
—Cállate, m*****a sea —murmuró Axel con dientes apretados, fingiendo una sonrisa ante los demás—. No tienes ni idea a quien te estás dirigiendo, ¿verdad?
—¡Ya basta de amenazarme! —Gritó Jessica—. Yo solo quiero irme a casa, ¡suéltame!
Axel levantó las manos, mostrándole al público que en realidad no estaba sujetando a la mujer. Debió haber hecho caso a su madre cuando le advirtió sobre la chica, pero Jessica Ángel resultó ser peor de lo que ella le había descrito.
Cuando Jessica consideró que había sido suficiente, abandonó la escena y de inmediato los medios de comunicación cayeron sobre Axel, interrogándolo sobre su conducta que el público alrededor desaprobaba, más aún cuando no era la primera vez que se veía involucrado en esta clase de escándalos.
En la mansión en la que Jessica trabajaba la esperaba Virginia Doria, una reconocida actriz multimillonaria y cincuentona de mal carácter. Cuando Jessica la conoció y la mujer le permitió trabajar en su mansión, pensó que se había ganado la lotería. No obstante, fue todo lo contrario, nunca nadie en su vida la había humillado tanto como aquella mujer.
Jessica hubiera renunciado hace mucho tiempo de no ser porque de su sueldo (que no era la gran cosa, pero si mejor que el de cualquier otra empleada doméstica), dependía el bienestar de su hijo.
—¡Por dios! —Exclamó Virginia, quien se encontraba de pie en las escaleras principales—. Pero, ¿cómo se le ocurre ingresar a la mansión en esas fachas?... No, no me dé explicaciones. ¿Trajo lo que le pedí?... Pues entonces, ¡muévase! Antonio está por llegar y todo tiene que estar impecable. Vaya y termine de ordenar la mesa, ¡rápido!
Virginia se cubrió la nariz cuando Jessica pasó a un lado de ella.
—¡Que asquerosa mujer! —Exclamó arrugando el rostro—. Oiga, ¿y para dónde cree que va?
—Al comedor, señora.
—¿Así? ¿Y es que no se piensa cambiar? —Virginia exhaló ruidosamente en gesto impaciente y apretó los puños como si estuviera conteniéndose en estrangular a su empleada—. ¡Pero que cruz! ¡Cielo santo! Mire —señaló a Jessica, dándole una mirada fulminante—. Es la última vez que se la paso, la próxima ni se moleste en venir porque voy a enviarlos de vuelta a usted y a su hijo a la calle. ¿Me entendió?
A Jessica le hervía la sangre y en aquel momento se imaginó estrellando el rostro de la mujer contra la pared mientras todo alrededor se teñía con sustancias rojas.
—¿A caso es sorda? —Virginia la extrajo de sus fantasías—. ¡¿Dije que si me entendió?!
—Sí, señora.
En cuestión de minutos Jessica hizo todo lo que la mujer le pidió y más tarde empezaron a llegar los familiares y amigos que se reunían para recibir al hijo mayor de Virginia.
Jessica y los demás empleados se encargaron de atenderlos, tal como el ama de llaves se los indicaba. Todos eran cantantes, actores, presentadores y demás gente famosa y elegante que Jessica solo había visto a través de la televisión. En otras circunstancias habría hablado con ellos, pero a menudo Virginia estaba dirigiéndole miradas de advertencia.
—La cena está lista, doña Virginia —informó Jessica más tarde—. ¿Vamos sirviendo de una vez o esperamos a su hijo?
—La cena siempre se sirve a las siete —gruñó la mujer por lo bajo—. ¿O es que no lo sabe? Y no se quede mirándome allí como una estúpida. Haga algo que para eso se le paga.
La cena estuvo servida minutos después y las personas pasaron a la mesa. Jessica y otros empleados permanecieron de pie en la gran sala, al servicio de los invitados.
—Mi hijo acaba de llegar —informó Virginia cuando escuchó a un nuevo auto arribar a la casa. La mujer se limpió la boca con una servilleta e indicó a Jessica—: sirve otro plato, por favor.
Jessica la miró sorprendida. Era la primera vez que había escuchado las palabras “por favor” surgir de los labios de aquella mujer. Era claro que le preocupaba la imagen que proyectaba ante los demás. En la televisión siempre se mostró como una mujer muy amable y tranquila.
Se apresuró a servir otro plato y regresar a la mesa, entonces se quedó paralizada cuando lo vio. Nunca conoció Antonio Doria, el hijo mayor de Virginia, ni siquiera lo vio en fotos o se interesó en él, a pesar de que a menudo la mujer alardeaba del famoso artista.
Jamás se imaginó que se tratara del mismísimo Axel García, a quien apenas horas atrás había conocido en no muy buenas circunstancias.
Axel levantó la vista hacia ella, pero no pareció sorprendido, lo único que reflejaban sus ojos azules era desdén.
—Jessica —Virginia le habló fingiendo amabilidad—. ¿Qué pasa?
—Nada —respondió ella, apresurándose la mesa, entonces los nervios la hicieron tropezar con sus propios pies y derramó la sopa sobre la camiseta de Axel.
—Pero, ¿qué le sucede? —Gruñó el hombre, incorporándose para sacudirse los restos de comida—. ¿A caso está ciega?
Virginia le susurró algo al oído que lo obligó a calmarse, pero la forma como la miraron le hizo saber a Jessica que este acababa de convertirse en su último día de trabajo en la mansión.
—Discúlpeme, Axel —Jessica tomó unas servilletas de la mesa y lo ayudó a limpiarse—. Fue un accidente… ¿Por qué no me dijo que era el hijo de doña Virginia? Si lo hubiera hecho no me habría tomado de sorpresa, la conmoción hizo que perdiera el equilibrio y…
—Ahora resulta que yo tengo la culpa —la interrumpió Axel en voz baja y gruñona—. ¿A caso no le bastó con el espectáculo que me armó en la calle? Mire como me volvió. Esto le va a salir caro, muy caro, Jessica.
Jessica cruzó la mirada con los profundos ojos azules de su jefe, preguntándose cómo era que él sabía su nombre. Pensaría en eso más tarde, por lo pronto, lo único que le importaba era conservar su trabajo porque verdaderamente lo necesitaba.
—No me irá a despedir por esto, ¿verdad, Axel? —Inquirió con temor.
—¿Usted que cree? —respondió el hombre en tono mordaz.
El sueño de Virginia se vio interrumpido por las pesadillas. En estas, Jessica se adueñaba de su fortuna y la corría a patadas de la mansión humillándola ante un montón de personas. Veía su rostro en los periódicos en donde ella protagonizaba la bochornosa escena y los demás se burlaban. En vista de esto, a la mañana siguiente fue a hablar con Axel.—¿Por qué entras sin tocar? —Protestó este. Se incorporó y se sentó a un lado de la cama en estado somnoliento—. Podría haber estado con Natalia.—En tal caso habrías asegurado la puerta —respondió Virginia en tono adusto. Aún no estaba de acuerdo con la relación que su hijo sostenía con aquella mujer—. No pude dormir en toda la noche, Antonio. Me preocupa demasiado que nuestro futuro esté en manos de una sirvienta y tú no haces nada para ayudar.—Lo estoy haciendo —La voz de Axel surgió débil. Deseaba volver a la cama, pero se había propuesto hacer un poco de ejercicio en las mañanas—. Y no creo que sea necesario conquistarla. Me converti
Jessica se sentó a un extremo de su cama y a través de la ventana contempló la noche henchida de estrellas. Estaba luchando contra el arrepentimiento que pugnaba por embargarla. A lo mejor, no debió decirle todo aquello a Axel, no era necesario. Pero necesitaba compartir su peso con alguien y él estaba allí con sus ojos y voz que le dieron confianza. Llamaron a la puerta de su habitación y fue a abrir para encontrarse con Pol. El chico estaba preocupado porque la veía triste, pero Jessica le hizo saber que no era nada. Fingió estar solo un poco cansada. —¿Y a qué venía aquella señora? —Preguntó Pol después. —Quería saber la disponibilidad que tenías para viajar a otro país —contestó Jessica—. Si aceptas, es muy seguro que vayas. —¿Y tú irías conmigo? —A lo mejor pueda hacerlo. Pol le dio una pequeña sonrisa y en aquel momento, Jessica tuvo la intención de contarle toda la verdad. Después de todo, tarde o temprano se enteraría, pero no tuvo la suficiente fuerza de voluntad para ha
Jessica lo miró sin entender. —Me refiero a la historia que me contaste —repuso Axel con los ojos fijos en los de ella—. Me dijiste que habías tenido a Pol cuando eras muy joven, pero no es verdad. Tú lo adoptaste y causa de él pasaste dificultades. Jessica se volvió para contemplar el agua azul de la fuente y guardó silencio por un momento. Nunca le dijo a nadie la verdad y se prometió que sería un secreto que se llevaría a la tumba, pero debido a las circunstancias era una promesa que ya no podría cumplir. —Yo… lo encontré —dijo Jessica al cabo de un tiempo—. Aquella tarde caminaba de vuelta a casa del colegio. Había unas chicas quienes me molestaban y tomé un atajo a través de un callejón… escuché el llanto de un bebé y lo hallé entre las bolsas de la basura. La lluvia caía a cántaros y los truenos retumbaban en el cielo. Jessica tenía mucho miedo de regresar a casa porque sabía que aquellas chicas la estarían esperando para golpearla. Jessica estaba cansada de los continuos a
No podía ser cierto… Esa mujer estaba mintiendo. Jessica deseó que se tratara solo de una pesadilla. Esto era lo último que se imaginó que alguna vez llegaría a pasarle. Con un gran esfuerzo, se obligó a contener la calma y escuchó lo que la mujer tenía para decirle: Eva había dado a luz a su hijo en Francia, pero sus padres jamás lo aceptaron. Aunque en aquel tiempo ella tenía veinte años, aún no era libre de tomar sus propias decisiones. Estaban en juego fortunas y el buen nombre de dos familias por cuya historia Jessica no se interesó mucho. —Escapé de casa con ayuda de mi hegmana mayog —conitinuó Eva con su relato—, pego los hombres de mi padre no tagdaron en encontragnos. Sabía que tenían ogdenes de acabag con la vida de mi hijo, así que me enfrenté a ellos mientras mi hegmana y Hadrien escapaban. Hadrien era el nombre que Eva había puesto a Pol. Ella aclaró a Jessica unos cuantos datos más y prosiguió: —Cuando Sophie se encontraba en el avión, los hombres la alcanzagon. Ella
—No entiendo, ¿qué pasa por tu cabeza? —Riñó Virginia a su hijo—. ¿Cómo te fuiste a enredar con el ama de llaves?—Ya te dije que no es nada serio —Axel apuró su copa de vino blanco—. Solo me pareció una mujer interesante y quise darme la oportunidad. Además, Natalia no es una simple ama de llaves. Sus padres son ricos, con clase. Ella solo está pasando por una difícil situación.La charla continuó mientras disfrutaban de su almuerzo en el Tablón de San Bernardo, uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad.—¿Cuándo piensas hacer que esa mujer firme los papeles? —Dijo Virginia después, refiriéndose a Jessica—. No puedes distraerte, Antonio. En donde la sirvienta se llegue a enterar de lo que está pasando, vamos a quedar en sus manos.Axel no respondió y Virginia lo miró con sospecha.—Me gustaría enfocarme en mi carrera —dijo después—. Podría hacer la misma fortuna que nos dejó la tía Raquel.—¿Y dejarle todo a la sirvienta? Ni lo sueñes.Después de los pocos días que había convi
Jessica se apresuró a dejar todo listo para tener el tiempo suficiente de arreglarse para la cita, pero justo cuando iba atravesando el pasillo rumbo a su habitación se dio cuenta de que no tenía ropa decente que ponerse. El mejor de sus atuendos siempre fue el uniforme de sirvienta que vestía y los otros dos que tenía de repuesto. Aquel vestido azul que usaba para ir a las reuniones de Pol en la escuela ya estaba muy desgastado.—Mirna —llamó a la mucama con quien se topó en el pasillo—. Usted podría hacerme un favor.—Claro, Jess, si no es de plata porque estoy ilíquida.—No, no se trata de eso —Jessica dudó por un segundo. Mirna y ella tenían un cuerpo y una forma de vestir muy diferente—. Usted me puede prestar algo de ropa —se decidió—, es que tengo una cita esta noche y no hay nada decente en mi armario.—¿Una cita con un hombre?—Sí.Su amiga se mostró sorprendida y alegre ante la noticia. La cogió de la mano y tiró de ella, dirigiéndola a su habitación. Jessica quería omitir d
Último capítulo