4. La novia y la amante

—Su novia está esperándolo abajo en la sala, joven —informó Jessica una vez se reunió con Axel—. ¿Le digo que suba?

—No me diga “joven”, Jessica.

—Pero, es por respeto.

—Dígame “señor” —indicó Axel—. Y sí, dígale a Cristina que en cuanto termine mi rutina de ejercicio bajo a verla.

—Sí, señor.

El aire en el gimnasio personal estaba impregnado con el olor de Axel, y Jessica apartó la mirada del atlético hombre cubierto de sudor. No solo le bastaba con tener un rostro envidiable, también estaba marcado en todas partes, sin una gota de grasa en su torso salpicado con una ligera capa de vello.

—Mejor dígale que la espero en mi habitación —dijo Axel, dejando la barra de pesas en su lugar—. ¿Mamá está en casa?

—No, ella salió.

—Muy bien —Axel tomó una toalla para secarse el sudor del rostro y Jessica observó la atractiva forma como sus músculos ondeaban—. No me pase llamadas ni mensajes en los próximos cuarenta y cinco minutos… nada de interrupciones.

—Como ordene… Señor.

La afortunada mujer sonrió radiante cuando Jessica le transfirió el mensaje.

A pesar de que Axel Doria había hecho de su vida un infierno, Jessica no dejaba de envidiar la suerte de Cristina. No entendía por qué él, al igual que su madre, la despreciaba tanto. No importaba cuan amable Jessica se mostrara, Axel y Virginia siempre actuaban de manera insultante y despectiva.

Iba de regreso a la cocina cuando una nueva mujer pelirroja con el mismo porte de modelo que la anterior hizo presencia en la sala. De inmediato Jessica la reconoció y no logró controlar la emoción.

—Usted es Mónica Agudelo, ¿verdad? —dijo con voz aguda—. La presentadora de televisión. Nunca me pierdo su programa, cuando no puedo verlo, al menos lo escucho. Ay, ¿qué se le ofrece? Siga.

—Muchas gracias —sonrió Mónica—. Estoy buscando a Axel, mi novio. ¿Él está aquí?

—¿Su, su novio?

—Sí, ¿pasa algo?

En ese momento Jessica recordó haber escuchado a doña Virginia mencionar que Axel era novio de una famosísima periodista y presentadora de televisión. Era claro que en ese mismo momento el hombre estaba siéndole infiel.

—Ah, no —Jessica sabía que debía salvar el pellejo a Axel o él la haría responsable y la echaría—. C, creo que él no está aquí. Debe haber salido.

—¿En serio? —Mónica la miró con recelo—, que raro. Virginia me dijo que él no saldría en toda el día. Seguramente está arriba y usted no se ha dado cuenta. Con permiso, voy a buscarlo.

—¡No! —Jessica se interpuso en su camino—. No, no se moleste, doña Mónica, para eso me pagan a mí, yo voy a buscarlo y le aviso. No me demoro.

Jessica se apresuró escaleras arriba y Mónica la siguió haciendo caso omiso a sus instrucciones, así que no tuvo otra opción que apresurarse y llegar a tiempo.

—¡Don Axel! —Jessica abrió la puerta que la pareja había olvidado cerrar con seguro—. ¡Su novia viene para aquí!

A toda prisa el aludido se quitó a la mujer de encima y empezó a vestirse. Por fortuna, ambos conservaban su ropa interior.

—No la deje pasar —indicó Axel abrochándose los pantalones—. ¡Reténgala!  

Jessica intentó hacerlo, pero Mónica apareció en la puerta un instante después de que Axel encerrara a Cristina en el clóset.

—Hola, mi amor —saludó Axel, hiperventilando—, pero qué sorpresa. No me dijiste que venías.

—No —Mónica se cruzó de brazos y escrutó la habitación con sospecha—. No te lo dije, ¿algún problema? —Se abrió paso al interior, dirigiendo la vista a todas partes—. Huele a engaño aquí. ¿Dónde la metiste?

En aquel momento Jessica se movió dando la espalda al clóset para cubrirlo y entonces la atención de Mónica recayó sobre este.

—A un lado —le ordenó Mónica—. A un lado, dije. ¿A caso le pagan por ser su celestina?

Jessica tuvo que obedecer a regañadientes e inevitablemente Mónica descubrió a la amante de Axel escondida entre las ropas del closet.

—¿Cristina? —Exclamó Mónica sorprendida—. Tú, mi mejor amiga, ¿eres la amante de Axel?

—Te juro que no es lo que parece, Moni.

—Claro que si es lo que parece. ¡No me creas tan estúpida!

En aquella situación Jessica habría arrancado los cabellos a la mujer, pero Mónica solo le gritó a su ex amiga que estaba despedida, luego, abofeteó a Axel en el rostro y terminó con él.

—Mónica, por favor, hablemos —Axel la tomó de la muñeca, pero ella se zafó enfurecida—. Esto fue un error, lo admito, pero yo te amo a ti.

—Ay no seas tan descarado, Axel. Ya sé que tu único interés en mí siempre ha sido mi dinero.

—¿De qué estás hablando?

—El abogado de tu mamá, que es también mi abogado, habló conmigo —explicó Mónica—. Él me lo explicó todo y no fue tan difícil deducirlo. Tú y tu madre siempre han sido unos arrogantes e interesados. Entre los dos hicieron imposible la vida a doña Raquel hasta que ella no pudo soportarlo.

—¡Un momento! —Axel se mostró indignado—. A mi madre la respetas y no admito que vengas a acusarme de asesino.

—¿Asesino? —Mónica soltó una risa mordaz—. No, ustedes no son asesinos, se quedarían cortos, ustedes son algo mucho peor.

Mónica se marchó sin que Axel pudiera hacer nada para retenerla y Cristina fue tras ella, rogándole perdón. Jessica permaneció en su lugar inmóvil sin saber si debía irse o permanecer allí.

Era la primera vez que Axel se mostraba desolado. Estaba sentado al borde del colchón, cubriéndose el rostro con las manos y a Jessica le pareció que estaba llorando.

—Yo sé que no soy perfecto, Jessica —dijo Axel en un susurro—, pero nunca le hubiera hecho daño a mi tía. Aunque usted no me crea, yo la quería. Ella era buena, ella… —Axel levantó la vista hacia Jessica; sus ojos azules estaban enrojecidos— usted la conocía mejor que yo. Me contaron que tía Raquel siempre la apreció mucho.

En aquel momento a Jessica se le estrujó el corazón. Solo había pasado un mes desde que aquella bondadosa mujer partió.

—¿Tiene algo más qué hacer ahora? —Preguntó Axel de repente.

Y por alguna absurda razón Jessica imaginó que la invitaba a salir, pero cuando ella le dijo que solo le quedaba terminar de preparar la cena él dijo:

—Venga y ordene mi cuarto, todo está hecho un desastre.

—Mirna es la mucama —le explicó Jessica, ya que evidentemente Axel no estaba al tanto de sus labores en la mansión—. Le diré que lo haga.

—Bien, dígaselo.

Intercambiaron sendas miradas y por un momento a Jessica le dio la impresión de que Axel quería pedirle algo más.

—¿Es todo, señor? —inquirió, en vista de que el hombre no habló.

—No, retírese. Y cierre la puerta al salir.

Ligeramente pasó la mirada sobre el atlético cuerpo del hombre, dándole un último placer a sus ojos y se apresuró a marcharse, pero cuando estaba en el umbral de la puerta él la llamó y le dijo:

—Gracias, Jessica. Por intentar encubrirme.

Era la primera vez Axel hablaba en tono amable y un calor afloró en el pecho de Jessica. Lo miró por encima del hombro, conteniendo una sonrisa y respondió:

—De nada, señor. Siempre estoy para servirle.

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