Lucia
Voy a casarme con él.
La palabra gira en mi cabeza como un veneno lento, un murmullo venenoso que no me deja en paz.
Voy a. Casarme con él.
No mañana. No más tarde.
Pronto. Muy pronto.
Y ya no tengo fuerzas para gritar.
He estado sola toda la noche.
No realmente despierta, no realmente dormida.
La habitación grande, suntuosa, perfectamente sofocante me envolvía en un silencio demasiado lleno.
Cada cortina cerrada, cada sábana estirada, cada reflejo en el espejo parecía recordarme que esa habitación no era un refugio.
Era una vitrina.
Un teatro.
Y yo, la actriz a la que le han quitado el derecho a improvisar.
He caminado descalza sobre el suelo helado, con los brazos abrazándome, como si eso pudiera impedir lo que ya he aceptado.
Michèle.
No necesitaba pronunciar su nombre para sentir mi estómago retorcerse.
Basta con que exista. Que respire, en algún lugar de esta casa.
Que me espere.
No me ha impuesto nada, esta vez.
No ha levantado la vo