La noche se alzaba luminosa sobre el territorio de la manada Roca Fuego.
El aire estaba cargado de incienso, flores silvestres y un leve temblor de expectativa.
Era la noche de la Bendición de la Diosa Luna, una celebración sagrada que ocurría una sola vez al año, cuando la Luna llena alcanzaba su punto más alto en el cielo y su luz bañaba a los lobos con la promesa de renovación y destino.
Sin embargo, aquel año el brillo plateado tenía un matiz distinto.
El rumor se había extendido por toda la manada: la Luna rechazada había regresado.
Las voces murmuraban entre las sombras, mezcladas con el sonido de tambores y risas forzadas.
—Dicen que el Alfa Riven quedó destrozado sin ella —susurró una loba anciana al oído de otra—. Tal vez, ahora que ha vuelto, enderece el camino.
—Está claro que, aunque quiere a Lady Tena, ella nunca pudo darle un heredero, un futuro Alfa. Han pasado cinco años y no logra aparearse con ella. Quizás todo este tiempo la maldición vino de la ex Luna Armyn.
—¿Ma