98.
Quise creer que mi magia tal vez era suficiente. De verdad lo creí, con todo el ahínco del mundo.
Grité mientras todo mi poder salía de mí: dos enormes chorros de hielo desde las palmas de mis manos, humo y nieve disparados como dos certeros relámpagos hacia el vampiro. Y cuando bajé mis manos, sintiendo que el poder menguaba, pude ver que lo único que había hecho Mordor era cubrir su cuerpo con una de sus alas. Todo mi hielo había rebotado en sus membranosas extensiones como un trampolín, y los trozos cayeron al suelo.
Cuando apartó su ala, me miró con una sonrisa en los labios.
— ¿Entonces eso es todo lo que puedes hacer, niña tonta?
Sacudió sus alas con fuerza. El viento nos lanzó a Ismael y a mí hacia atrás. Me golpeé la cabeza contra la pared, y luego, antes de caer al suelo, lancé hielo hacia abajo. Ismael y yo caímos sobre una montaña de nieve que amortiguó nuestra caída.
Sí. Comenzaba a comprenderlo. Comenzaba a comprender mi poder como nunca antes. No tenía que pensarlo dema