La pureza de la sangre era importante en el submundo. Entre más pura fuese la sangre, más fuerte era la descendencia. Se necesitaban varias generaciones de sangre pura en la gente del bosque para que naciera alguien como Salomón: un Rey Cuervo, con sus alas oscuras, afiladas, y los cuernos perfectamente blanqueados sobre su cabeza. La fuerza y el poder de su magia.

En los lobos era igual. Pero en los vampiros, al parecer, nadie se había tomado la molestia de purificar la sangre hasta un punto máximo, hasta el punto en que naciera una criatura como Mordor. Porque yo no encontré otra forma de llamarle a aquel ser que estaba frente a nosotros más que una criatura. Una criatura peligrosa. Monstruosa.

Era inusualmente atractivo. La nieve y el polvo que se disiparon a su alrededor dejaron entrever un rostro perfectamente cincelado, un cabello rubio como el sol, con unos ojos abrumadoramente rojos. Pero no eran como los de Axel, cuyo iris era únicamente rojo. En esta criatura que teníamos al