85.
Ni siquiera me di cuenta en qué momento me había puesto de pie. Había comenzado a caminar por la sala. Todos me observaban. El mono blanco que me habían obligado a poner comenzaba a picarme en la espalda, y la atención que se había acumulado en mis hombros no hacía más que hacerme sentir inútil y confundida.
— ¿Yo? — dije con desprecio — . ¿Yo, que ni siquiera soy capaz de tener un sueño normal sin congelar mi habitación y destruir la ciudad? Es imposible. ¿Cómo voy a destruir a un ser de sangre milenariamente pura? Es imposible. No puedo hacerlo. Si la antigua portadora del hielo, que creó la tormenta eterna, no fue capaz, ¿por qué crees que yo sí seré capaz?
Axel lanzó un gran suspiro. Sus ojos rojos parecían centellar.
— Porque ella ya lo dijo en su última agonía. Nos dijo... dijo que su descendiente de poder sería capaz contra él.
— Pero está atrapado en la grieta, ¿no es así? ¿Por qué no lo dejamos allí? Si no es capaz de escapar, ni han sido capaces de escapar durante todos