188.
El dolor lo había llevado al sueño, y tuvo pesadillas oscuras e intensas. Sin imágenes, solo sensaciones. Cuando Sirius despertó, estaba en una celda oscura. En inmediato supo dónde estaba. No necesitaba imaginárselo para saberlo: era un hecho, una realidad inamovible, que estaba dentro de la grieta.
El líquido que había entrado en su cuerpo le había arrebatado los poderes. Podía sentir que su lobo no existía en su interior, a pesar de que lo primero que hizo al despertar, lo primero que quiso al abrir los ojos, fue transformarse, porque su instinto se lo pedía. Pero no... no lo logró. Porque su lobo no estaba. Al igual que su conciencia, tampoco.
En la celda de enfrente pudo ver las alas de Salomón. El Rey Cuervo estaba envuelto en ellas, como si quisiera cubrirse del frío. Pero lo cierto es que ya no hacía tanto frío como antes. De todas formas, debajo de la tierra, parecía que todo estaba en un silencio sepulcral, y aquello daba la sensación extraña de frío.
Se puso de pie con difi