156.
Quería hacer cualquier cosa menos lo que estaba haciendo en ese momento: sentado en esa mesa, con las manos cruzadas, esperando.
Era lo que me habían dicho que tenía que hacer: esperar. Pero estaba cansado de esperar. No habían pasado al menos unas cinco o seis horas desde que Mordor se había llevado a Alicia y a Donovan, y me sorprendía la paciencia que estaba teniendo la Cofradía.
Estaba ahí sentado, con la pequeña cabrita jugueteando entre mis piernas. Sirius paseaba de un lado para otro, y aquello comenzaba a ponerme incluso más nervioso y estresado, pero lo dejé. Cada quien tenía que librar la frustración a su modo.
La puerta se abrió y Bastian entró por ella. Me puse de pie de inmediato.
—¿Nos vamos ahora? —le pregunté.
Pero el Alfa de Flagena me señaló la silla.
—La Cofradía no dio la autorización. Los vampiros dicen que es muy peligroso. De todas formas, Alicia está relativamente a salvo. Sabemos que Mordor no la matará, la necesita.
—Eso es verdad —dijo Sirius, llegando con n