13.
El hombre estiró sus manos y envolvió mi cuerpo contra el suyo, correspondiendo el abrazo. Pero entonces supe que estaba haciendo algo indecente: apenas hacía una hora que lo conocía, no podía tener tal arrebato de emoción. Sin embargo, tampoco podía negarme a mí misma que aquel gesto había sido bastante hermoso. Enviar una expedición por el cuerpo de Helen para que yo pudiera enterrarla como se lo merecía era algo increíble, y a pesar de que apenas lo conocía, le agradecería siempre por eso.
Pero llegó el momento y me aparté, aunque parecía que él quería conservar el abrazo un rato más.
— Muchas gracias, Valentín — le dije con un tono neutro y profesional. Si yo era la hija del Alfa, él simplemente era un miembro de su consejo.
— Está bien, vamos. Te enseñaré todo lo que tenemos aquí.
No era extraño para mí pasear por las calles y ver lobos por todas partes. Las ciudades de los lobos estaban diseñadas para eso: para albergar aquellas criaturas gigantes en las que la diosa Luna nos