111.
Fue punzante, como una aguja entrando en mi pecho. Pero yo sabía que era su mano. Era la mano de aquella mujer, entrando en mi pecho. Podía sentirla purgando en mi interior. Podía sentir que buscaba… que hurgaba adentro.
Grité. Intenté moverme, pero el agua se había convertido en una espesa melaza que mantenía mis muñecas y mis tobillos perfectamente sujetos. Estaba completa y absolutamente a merced de aquel ser que estaba de pie a mi lado, intentando encontrar algo en mi interior, mientras su cálida mano se deslizaba dentro de mí.
Pude sentirla tanteando dentro, como si buscara en mi corazón, en mi pecho, hasta que…
Sentí que tocó un punto vulnerable.
Algo mucho más allá.
No podría encontrar las palabras para explicarlo, pero se asemejaba a la sensación de una esfera fría y muy lisa que recubría algo.
La mujer la apretó con fuerza.
Y entre más la apretaba, con más fuerza incrementaba mi dolor.
Grité pidiendo ayuda. Grité.
Ayuda a Sirius.
A Salomón.
Incluso a Mael, aunque sabía que no