110.
A pesar del traje que me había dado Axel, que reflejaba el calor de mi cuerpo e impedía que el frío entrara, fue doloroso. El agua rodeando mi cuerpo la sentía como agujas penetrando mi piel. Mi rostro, tan entumecido, que ya ni siquiera era capaz de sentir dolor.
La corriente del río me llevaba. No podía detenerme. Trataba de utilizar mis poderes para contenerme, para que la corriente ya no me arrastrara más, pero bajo el agua eran prácticamente inútiles. O tal vez era mi desesperación la que impedía que funcionaran correctamente. Sabía que debía controlarme o, si no, perdería la vida.
Cuando abrí los ojos, pude ver las enormes huellas de Sirius sobre el hielo, intentando romperlo para sacarme del fondo del río. Pero en cuanto abría un agujero, la corriente me arrastraba más lejos de él. Me golpeé el tobillo con una de las piedras, y aquello me hizo lanzar un grito que provocó que perdiera la mitad del aire que tenía en los pulmones.
Tenía que controlarme.
Tenía que controlar mis emo