Abril miró a Amadeo con los ojos enrojecidos por el llanto. Sentía un dolor profundo en el pecho, como si la realidad se estuviera rompiendo delante de ella. El silencio de la sala se volvió insoportable hasta que él se acercó y tomó su mano con fuerza, como queriendo transmitirle la calma que él mismo no tenía.
—Voy a acabar con esto de una vez por todas —dijo con firmeza, con una mirada que mezclaba determinación y desesperación.
Antes de que Abril pudiera responder, Amadeo se levantó de golpe y se dirigió a su despacho.
Cerró la puerta con un portazo y, con el corazón acelerado, tomó el teléfono.
Sus dedos temblaban, pero logró marcar el número. Minutos después, varios abogados llegaron con rostros tensos, cargando carpetas y documentos.
Era el inicio de una batalla que podría destruirlo todo… o salvar lo poco que quedaba.
***
En otra parte de la ciudad, Mia observaba incrédula la noticia que aparecía en las pantallas. La rabia se encendió en su pecho como una hoguera. El nombre de