Al día siguiente.
Abril llegó muy temprano a la oficina, antes de que el sol terminara de alzarse por completo sobre los ventanales del edificio.
Sus pasos eran firmes, pero sus manos... sus manos temblaban.
En el fondo, algo en su pecho palpitaba con una mezcla de ansiedad, tristeza, y una furia enterrada que apenas comenzaba a tomar forma.
Llevaba el contrato bajo el brazo, lo había revisado una y otra vez durante la noche.
No había dormido, no realmente.
Había estado demasiado concentrada en cada cláusula, cada término, cada número... como si al controlar el papel pudiera controlar su vida.
Cruzó el pasillo con determinación, respiró hondo frente a la puerta y empujó el pomo. Pero entonces, se detuvo en seco.
Ahí estaban.
Gregorio... besando apasionadamente a Jessica.
La escena no era nueva, pero esta vez fue distinta.
Por primera vez, Abril no sintió un golpe en el pecho, no sintió que algo se desgarraba dentro de ella. No sintió celos. No sintió pena.
Lo único que cruzó su cuerpo