Un mes después.
Abril y Dhalia habían decidido unir fuerzas para celebrar juntas sus baby showers, una fiesta que, en teoría, debía ser alegre, tierna y llena de bendiciones.
Los jardines estaban adornados con cintas azules y amarillas que danzaban suavemente con la brisa.
Sobre las mesas, pequeños centros de mesa con flores silvestres y globos en tonos pastel hacían que el ambiente fuera casi de ensueño.
El bebé de Abril, un niño, ya se había convertido en motivo de ilusión para todos.
Dhalia, en cambio, aún guardaba la incógnita: su pequeño no se dejaba ver en los ultrasonidos, como si quisiera conservar el misterio hasta el último instante.
Familiares, amigos y conocidos comenzaron a llegar poco a poco, trayendo regalos.
La música suave, las risas y el murmullo de conversaciones llenaban el lugar, creando un clima perfecto.
Los hombres también estaban presentes, ofreciendo su apoyo.
Ricardo no se separaba de Dhalia, y Amadeo, siempre atento, mantenía la mano de Abril.
Pero, el ambi