66. Pov Dan
El olor del metal y del miedo seguía impregnando la casa.
Aun con las ventanas abiertas, el aire era espeso, como si el horror se hubiese quedado pegado a las paredes.
Niki estaba en el sofá, abrazando sus rodillas, mirando un punto fijo en el suelo. Anne dormía arriba, exhausta por su cuadro, ajena a todo.
Yo no podía permitirme el lujo de temblar.
No cuando ella necesitaba a alguien que mantuviera la calma.
Smith se movía con eficiencia militar, hablando por radio con alguien del equipo de seguridad que había estacionado una camioneta sin identificación en la esquina.
—Viene uno de los hombres de Falcone —me dijo al pasar—. Un tal Rourke. Michael está en su casa en Las Vegas,, pero él se va a encargar.
Asentí, sin apartar la vista de Niki.
Ella no hablaba, no lloraba. Solo estaba ahí, con el rostro pálido y los dedos entrelazados tan fuerte que los nudillos se le habían puesto blancos.
Cuando la puerta se abrió, el hombre que entró tenía toda la presencia de alguien acostumbrad