Pov Dan
Después de firmar unos papeles, la ayudé a levantarse. Caminaba despacio, apoyada en mi brazo. Afuera, el aire nocturno tenía ese olor húmedo de tormenta contenida. La acomodé en el asiento del acompañante y ajusté la sillita de Anne detrás.
Durante los primeros minutos del viaje no dijo nada. Solo miraba por la ventana, la cabeza apoyada en el vidrio, los ojos enrojecidos.
—Tenemos que reforzar la seguridad de la casa —dije al fin.
Ella giró hacia mí, exasperada.
—Estás exagerando, Dan.
—¿Exagerando? Te pudieron matar, Niki. —La voz me salió más alta de lo que pretendía. Bajé el tono—. No fue una casualidad que los frenos fallaran.
Ella tembló un poco, apenas perceptible, pero lo noté.
—No sé qué quieres que haga.
—Quiero que aceptes que no estás segura. Tengo un conocido que puede encargarse de la vigilancia, revisar los accesos, las cámaras…
—No hace falta —me interrumpió, cruzando los brazos.
—Sí hace falta —insistí, conteniendo la furia—. No pienso quedarme de brazos cru