La noche avanzaba y la conversación en la cafetería había adquirido un tono relajado hasta que Alina, repentinamente, decidió levantarse de su asiento.
—Bueno, ya me voy —anunció, incorporándose con un suspiro.
Antoine y Laura la miraron con extrañeza.
—Pero si él apenas acaba de llegar. ¿Por qué esa decisión tan repentina? —reclamó Laura con el ceño fruncido.
—Estoy agotada, pasé casi todo el día en la academia y necesito descansar. Tal vez nos podamos ver luego —se excusó, aunque en realidad solo quería estar sola. Forzó una pequeña sonrisa y miró a Laura—. ¿Te parece?
Giró hacia Antoine y le dedicó una sonrisa cordial, pero efímera, como si su mente ya estuviera en otro lugar.
—Ay, qué aguafiestas eres —se quejó Laura con fingida indignación—. Y yo que imaginaba que nos quedaríamos aquí un buen rato para hablar tontadas mientras tomábamos unas cervezas. ¿Te imaginas cuánto tiempo tenemos sin hacerlo?
Alina suspiró, sintiéndose culpable por desairar a su amiga, pero su agotamiento p