CAPITULO 58

“Mascotas”

—Baja.

Eso es lo único que dice en todo el trayecto. Lo hace cuando la camioneta estaciona en un predio, ubicado en uno de los condominios privados de la ciudad.

Los portones eléctricos se abren y al salir del vehículo, quien iba como acompañante del conductor se me pega, pechándome para que avance.

Un jardín cargado de verdes vibrantes de me da de lleno. La excentricidad me abruma, la vegetación exótica me pone a verlo todo con una mezcla de extrañeza y fascinación.

—Bienvenida a mi humilde hogar, Diavolessa —mueve la cabeza e inmediatamente suelta esas palabras, su siervo me agarra del brazo, apresurando mi andar al interior de una casa que por fuera aparenta opulencia y desmesurado derroche de dinero.

—Sé caminar sola —me retuerzo pero el tipo se afirma con ganas.

—Prefiero que tengas un ameno guía —sisea Kenzo—. Que me hayas hecho una paja en el bar no significa que confíe en ti.

Se sonríe y cuando creo que por fin tendré la libertad de moverme el ladrido feroz de dos p
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