Enciendo la pantalla del celular cada dos minutos para ver el reloj.
La azafata acaba de comunicar que el vuelo comercial de American Airlines aterrizará en media hora y el proceso de descenso comenzó con el tedioso balanceo que me vuelve loca.
Suspiro profundo; tan profundo que mis pulmones duelen.
Nunca me había sentido tan vacía por dentro como ahora, como en la mañana, como en la noche.
Insatisfecha, infeliz, disconforme, hueca, podrida.
Hay que saber lidiar con este sentir de mierda pero asumirlo es aún peor.
Recargo la cabeza en el asiento y reclino el sofá encendiendo el teléfono frente a mí una vez más.
Elijo la galería de fotos para matar el tiempo que me queda y voy viendo uno a uno cada recuerdo que atesoro.
Muevo la nuca para aliviar la contractura y solamente consigo aumentar el escozor.
Finalmente opté por dormir en los asientos del aeropuerto ya que la invitación del inglés a pasar a su cama fue la gota que colmó mi vaso mental.
Inmersa en el vacío de la insatisfacción