GIANNA RICCI
Abrí los ojos lentamente y me di cuenta de que hasta las pestañas me dolían. Ni siquiera me di cuenta de a qué hora caímos dormidos, pero mi cuerpo dolía de manera deliciosa. Me retorcí entre las sábanas y me abracé a su almohada, aún conservaba su loción. Entonces me di cuenta de que Christian no estaba por ningún lado. La habitación estaba vacía.
Tomé su playera de la noche anterior y me la puse antes de lanzarme de regreso a la cama, fascinada por mi nueva vida que era completamente perfecta.
Cuando estaba dispuesta para salir a buscarlo, él entró usando solo sus pantalones y llevando una charola con comida directo hacia mí. Me trataba como una princesa.
—Creí que despertarías con hambre… —dijo sentándose en el borde y dejando sobre mis muslos la charola. Todo olía delicioso.
Agarré el vaso con jugo y lo bebí, estaba tan dulce como sus labios. En cuanto le ofrecí una sonrisa, él se inclinó hacia mí y me besó.