Lucía permanecía de pie junto a la ventana, pero sus ojos no veían la ciudad que se extendía hacia el horizonte. Su mirada estaba vuelta hacia adentro, navegando los laberintos de su propia psique donde el resentimiento había echado raíces como una enredadera venenosa.
“El hombre que la había engañado.”
La frase se repetía en su mente como un mantra de dolor. Daniel había sido Marco esa noche en el club. La había tocado con esas mismas manos que habían acariciado a decenas de mujeres a cambio de dinero. La había casi besado con esos mismos labios que habían susurrado promesas de terciopelo a viudas millonarias. La había hecho sentir única, especial, deseada... exactamente como lo hacía con sus clientas.
¿Había sido ella solo otra transacción? ¿Un experimento? ¿Una forma de practicar sus técnicas de seducción? o ¿Un momento para pasar el tiempo?
La pregunta la atravesaba como una hoja de hielo. El recuerdo de sus manos sobre su piel, de la manera en que había murmurado su nombre en la