Los chismes en Consolidated Global Solutions se movían como corrientes subterráneas, invisibles pero poderosas. En la máquina de café, en los baños, en los ascensores, el nombre de Daniel Márquez se susurraba junto al de Lucía Mendoza con una frecuencia que habría sido cómica si no fuera tan peligrosa.
Carmen Delgado, la jefa de contabilidad, había convertido el cotilleo en una forma de arte. Con sus sesenta años y su experiencia de tres décadas en la empresa, tenía la autoridad moral para hacer observaciones que otros no se atreverían a verbalizar.
—Te digo que hay algo raro —le susurró a Mónica, su asistente, mientras fingían revisar un informe cerca de la oficina de Daniel. —Antes la Mendoza era como un ratoncito gris, siempre con la cabeza agachada. Ahora... mírale como camina.
Mónica siguió su mirada. Efectivamente, Lucía se movía con una confianza nueva, sus pasos más firmes, su postura más erguida. Había algo en la forma en que sus caderas se balanceaban, en la manera en que su