12.
ROGER
No es el silencio lo que me despierta. Es la quietud.
En Londres la noche tiene una textura distinta, como si las paredes absorbieran todo sonido y lo devolvieran vacío, amplificado solo dentro del cráneo. Milo y cuento las respiraciones del departamento: el zumbido del refrigerador, el tic nervioso del reloj en la cocina, el crujido leve del edificio cuando se contrae con el frío. Todo está ahí, funcionando, pero yo siento que algo se está desmoronando.
En alguna parte del mundo, ella está despierta.
O tal vez ya se quedó dormida.
Y ese “tal vez” es suficiente para que mis ojos sigan abiertos.
Me doy vuelta en la cama. Las sábanas están frías. Ella siempre decía que en mi departamento hacía demasiado frío, que parecía diseñado para alguien que no iba a volver. Yo me reí entonces. Ahora no me queda nada de gracioso.
Sophie.
Cierro los ojos y su voz vuelve con una precisión enfermiza. Su manera de pronunciar mi nombre, como si fuera algo que no le pertenece del to