Capítulo 6

Las manos de Olivia Grace temblaban mientras intentaba mover las muñecas, frotando la cuerda áspera que la ataba a la pata de la silla. Su piel estaba en carne viva, ardiendo con cada roce. Respiraba con dificultad, llenando la habitación vacía, húmeda y con un olor nauseabundo.

—Puedo escapar de este lugar —susurró con feroz determinación, aunque el miedo devoraba su mente sin descanso.

Con cada frote desesperado, la cuerda comenzó a aflojarse lentamente. Pequeños cortes se abrían en su piel, pero a Olivia no le importaba. Tenía que salir. Tenía que regresar con su esposo... a la vida que le habían robado.

Con un fuerte tirón, la cuerda finalmente se rompió. Olivia casi se derrumbó al suelo, sus rodillas débiles, pero el instinto de supervivencia se activó. Se obligó a ponerse de pie, estabilizando su cuerpo tembloroso. Sus ojos recorrieron la habitación con desesperación, buscando una salida.

No había puertas a las que pudiera llegar sin hacer ruido. La única vía de escape era una vieja ventana en la esquina, con el vidrio agrietado y el marco podrido.

Sin pensarlo dos veces, Olivia corrió hacia ella. Con sus manos ensangrentadas, trabajó frenéticamente para abrir el pestillo oxidado. El polvo se levantó en el aire cuando empujó la ventana con todas sus fuerzas.

Unos pasos pesados retumbaban en el pasillo.

—¡Rápido, Olivia! —se apuró a sí misma con pánico.

En un movimiento ágil, se deslizó por la ventana. Su cuerpo cayó con fuerza sobre el suelo pedregoso, el dolor recorrió sus extremidades. Pero Olivia no gritó. Sin mirar atrás, corrió hacia la sofocante oscuridad de la noche, dejando atrás ese lugar de pesadilla, dejando atrás los gritos furiosos de sus captores al darse cuenta de que se había escapado.

Pero el destino aún no había terminado con ella.

De repente, un claxon fuerte rasgó el aire nocturno.

Olivia se giró, solo para ser cegada por los faros de un coche que venía a toda velocidad. Levantó las manos instintivamente, tratando de protegerse.

Demasiado tarde.

El impacto la golpeó de lleno, lanzando su cuerpo por los aires antes de estrellarse violentamente contra el asfalto.

Todo se volvió negro.

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Cinco años después

Olivia estaba frente al espejo, mirando su reflejo. Una leve cicatriz aún marcaba su frente, pero sus ojos ahora ardían con una determinación feroz. Tras años de terapia, sus recuerdos habían regresado lentamente: recuerdos de quién era, de la vida que había perdido... y de la traición que le destrozó el corazón.

Bajó la mirada hacia la pequeña niña de cuatro años que apretaba su mano con fuerza. Los ojos inocentes de la niña la miraban, ajenos a la oscuridad que estaban a punto de enfrentar.

—Vamos, cariño. Vamos a casa —susurró.

Con pasos pesados pero firmes, Olivia se dirigió hacia la gran casa que una vez llamó hogar. Cada paso estaba cargado de anhelo, recuerdos y temor. Su mano tembló al tocar el pomo de la puerta.

Con un empujón, la puerta se abrió con un chirrido.

Y su mundo se derrumbó.

En la sala, antes llena de amor y risas, estaba Hunter Jackson —su esposo— abrazando a una hermosa mujer rubia: Shopia Joy, la ex amante de Hunter.

Sus risas brillantes cortaron el aire como una daga, hasta que se giraron y se congelaron al ver a Olivia parada en la puerta.

—¿Olivia?! —gimió Shopia, con el rostro pálido.

Hunter dio un paso al frente. Su expresión no era de sorpresa ni culpa, sino de ira.

—¿¡Qué diablos es esto?! ¡Se suponía que estabas muerta hace cinco años, Olivia! —gruñó Hunter, con la voz cargada de furia.

Olivia se quedó paralizada. Sus palabras la golpearon más fuerte que el accidente de hace cinco años.

—¿Qué dijiste, Jackson? —preguntó, con la voz temblando de incredulidad.

—¡Sí! ¡Se suponía que debías morir! —rugió Hunter—. Ya habíamos hecho las paces con eso.

Olivia asintió lentamente, tragando el nudo de lágrimas. Su cuerpo temblaba, no de miedo... sino de la furia que hervía dentro de ella.

—Pensé que me buscarías, Jackson. Pensé... que lucharías por mí —su voz se quebró de dolor—. Pero estaba equivocada.

Hunter soltó una risa corta y cruel.

—¿Buscarte? Me dabas asco, Olivia. ¿Por qué habría de molestarme? Sinceramente, deseaba que hubieras muerto esa noche.

Cada palabra aplastaba su pecho, pero Olivia se mantuvo firme. Apretó más fuerte la mano de su hija, anclándose contra el temblor de su alma.

Shopia sonrió con malicia y se acercó a Hunter, exhibiendo su victoria.

—Hunter ha estado conmigo desde hace mucho, Liv. Tú solo eres un mal recuerdo que por fin logramos borrar.

Olivia respiró hondo, tragándose la rabia y el dolor. No había sobrevivido tanto tiempo para derrumbarse ahora.

—Solo quiero volver a mi casa. ¿Está mal eso? —preguntó, con voz serena pero firme.

—¿Tu casa? —se burló Shopia cruelmente—. ¡Despierta, Olivia! Esta es la casa de Jackson. Ni sueñes con quedarte aquí.

Olivia volvió la mirada hacia Hunter, buscando alguna señal del hombre que una vez amó.

—¿Es cierto eso, Jackson? —preguntó en voz baja—. ¿Ya no es mi hogar?

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