Olivia Grace empujó las enormes puertas dobles del dormitorio principal —el cuarto que alguna vez albergó todos sus sueños— con una determinación inquebrantable.
Sin vacilar, entró. El agudo taconeo de sus zapatos resonó contra el reluciente suelo de madera. Su mirada fría y sin emociones recorrió la habitación. Un leve aroma al perfume de otra mujer todavía flotaba en el aire, apuñalando sus sentidos y revolviéndole el estómago con repugnancia.
Con un movimiento firme, presionó el timbre de servicio.
Una criada apareció en segundos, con el rostro lleno de confusión.
—Limpia todo —ordenó Olivia, su voz tan afilada como una navaja—. Cambia todas las sábanas. No quiero ni un solo rastro de ella aquí. Y en cuanto a la ropa... —señaló el armario repleto de vestidos caros de Shopia— empácalos todos. Ahora.
La criada dudó, lanzando una mirada nerviosa hacia la puerta.
—¡He dicho ahora! —estalló Olivia, su voz como un látigo cortando el aire.
La criada se puso en movimiento de inmediato, arr