Olivia Grace miraba su teléfono con las manos temblorosas. Respiró hondo y marcó el número de Daniel. Su voz salió tensa, cargada de una furia contenida.
—Daniel, averigua quién tuvo la audacia de secuestrar a Eliana —ordenó con dureza.
—¿Qué, señora? ¿Eliana... secuestrada? —la voz de Daniel sonó llena de pánico al otro lado.
—¡Sí! Y no pierdas mi tiempo con preguntas. Quiero saber quién lo hizo y a dónde la llevaron. ¡INMEDIATAMENTE! —Olivia colgó la llamada con una mano que aún temblaba. Las lágrimas estaban por brotar, pero las contuvo. No ahora. Tenía que mantenerse fuerte.
Al otro lado de la ciudad, Daniel se levantó de un salto, agarró su chaqueta y las llaves del auto. En menos de quince minutos, llegó al hospital. Su respiración se aceleró al ver a Olivia de pie en el pasillo, con el rostro pálido y los ojos brillando por las lágrimas no derramadas.
—Encontraré a Eliana, señora. Se lo prometo —dijo Daniel, colocando con suavidad una mano en el brazo de Olivia, intentando ofre