Olivia Grace miraba la pantalla de su teléfono con una mirada fría. Sus dedos delgados se movieron con rapidez, marcando un número que conocía de memoria. No pasó mucho tiempo antes de que una voz suave pero respetuosa contestara al otro lado de la línea.
—Buenos días, señorita Olivia. ¿En qué puedo ayudarla? —dijo su asistente.
Olivia respiró hondo, intentando reprimir la tormenta de ira que se agitaba dentro de su pecho.
—Congela todas las cuentas y tarjetas bancarias a nombre de Hunter Jackson —ordenó con firmeza, sin el más mínimo temblor en la voz.
Hubo un breve silencio al otro lado. Su asistente estaba claramente impactada. Normalmente, cada vez que alguien intentaba abrirle los ojos sobre el comportamiento de su esposo, Olivia defendía a Hunter con uñas y dientes. Pero ahora...
—Sí, señorita Olivia —respondió finalmente, con voz cautelosa—. Me encargaré de ello de inmediato.
—Hazlo ya. No tardes ni un segundo —añadió Olivia antes de colgar.
Bajó la cabeza un momento, sintiendo