La casa seguía tensa después de la última pelea. Hunter mantenía su distancia, mientras Olivia intentaba mantenerse tranquila por los niños. Pero la verdadera tormenta no había pasado—Shopia aún no se rendía.
Aquella tarde, mientras Olivia preparaba la cena y Hunter jugaba con Eliana en el patio trasero, Shopia llamó a la puerta del cuarto de Joe. Sostenía una caja con brownies calientes y llevaba una sonrisa manipuladora.
Joe abrió la puerta solo un poco.
—¿Ahora qué, mamá? —preguntó.
Shopia sonrió dulce, como si la rabia del otro día nunca hubiera existido.
—¿Puedo entrar un momento?
Joe suspiró profundamente y abrió la puerta un poco más. Shopia entró y puso los brownies sobre su escritorio.
—Los hice yo misma. Aún están calientes —dijo, sentándose al borde de la cama. Joe se quedó de pie junto a la ventana.
—Tienes algo que decir, ¿verdad?
Shopia no ocultó sus intenciones.
—Quiero que regreses, Joe. A la casa de Damien. El hogar al que perteneces.
Joe se dio vuelta rápidamente.
—¿