capítulo 24 — Una perdida de tiempo.
El día de la partida amaneció gris, con una llovizna ligera que humedecía la tierra y el aire. Adrián revisaba por tercera vez los documentos y mapas que había guardado en el maletín, aunque sabía que no los necesitaría demasiado; lo que realmente iba a ponerse a prueba era su carácter, no los papeles.
Mateo lo esperaba junto al vehículo, de brazos cruzados, mirando de un lado a otro con desconfianza. Cuando Emili apareció con una chaqueta clara y el cabello recogido en una trenza sencilla, fue la única que parecía tranquila.
—¿Lista? —preguntó Adrián, intentando sonar neutral, aunque la tensión le endurecía la voz.
—Más que lista —respondió ella con una sonrisa breve—. Además, no vamos a la guerra, ¿no? Solo a conversar.
Mateo bufó.
—Con alfas como Darius, conversar es casi lo mismo que guerrear.
Subieron al auto. Adrián al volante, Mateo en el asiento del copiloto y Emili atrás. El trayecto transcurrió durante largos minutos en silencio, con el ruido del motor y el golpe