Capítulo 48— El aroma nuestro.
El primer rayo de sol se filtró por la ventana de la cabaña, tiñendo con tonos dorados la habitación en la que Emili y Adrián habían pasado su primera noche juntos. El silencio era casi absoluto, interrumpido solo por el murmullo de los pájaros despertando en el bosque cercano y el ritmo acompasado de sus respiraciones.
Emili aún dormía, recostada sobre el pecho firme de Adrián, con una expresión serena que contrastaba con la intensidad de la noche anterior. Su cabello desordenado cubría parte de su rostro y sus labios estaban entreabiertos, como si todavía respirara el eco de los suspiros que había pronunciado horas atrás.
Adrián no dormía. Desde hacía rato se limitaba a observarla, memorizando cada detalle: la curva delicada de sus labios, el rubor suave que aún persistía en sus mejillas, el calor tibio de su cuerpo enredado con el suyo. Había esperado tanto ese momento, y ahora que la tenía, no podía apartar la mirada.
Se inclinó lentamente, con cuidado de no despertarla, y dejó un