72.
Alba
Ni siquiera al vestirnos podíamos dejar de besarnos y abrazarnos. La felicidad que nos invadía era demasiada, algo que jamás pensé que volvería a sentir. Sin embargo, estaba allí, entre sus brazos, gozando de su amor, ternura y pasión una vez más.
—Te amo, te amo tanto, amor —dijo entre besos—. Me resulta difícil salir de aquí.
—Para mí también, pero tenemos que ir por nuestro hijo. Por cierto, gracias por la ropa.
Los dos nos reímos. Estaba tan seguro de que volveríamos, que había traído ropa para que me cambiara después. Era impresionante cómo seguía conociendo mi talla, a pesar de que había cambiado tras el nacimiento de nuestro hijo. Algunas cosas todavía me quedaban bien, pero mis pechos ahora eran más grandes.
—Me alegra mucho que la estés usando —contestó con tono amoroso—. ¿Estás cómoda, ma chère?
—Sí, es muy calentito —dije feliz.
—Vamos entonces. Mi madre ya debe estar con nuestro hijo en casa.
—¡Maldición! Te perdiste tu cumpleaños.
—¿Me lo perdí? —se rio—. Pero sí lo