76.
Gian
Nuestras caderas chocaban con fuerza tras cada embestida. Alba, con los ojos en blanco, se aferraba a mi nuca con una mano.
Me mordí el labio inferior, luchando por aguantar, lo que resultaba difícil. Ver sus pechos rebotar y su expresión de lujuria era una mezcla peligrosa. Ni la pornografía más gráfica podía llegar a ser más provocativa que aquella imagen.
—Deberíamos estar empacando —gimió—. ¡Pero qué delicia es no hacerlo!
—Nunca podremos estar solos sin que te coja —solté con un gruñido—. Te deseo, ma chère, incluso cuando no podamos hacer esto.
—Tus dedos y tu boca servirán —bromeó, agitada y apretándome con la vagina.
—Mi vida —rogué, con los ojos llorosos—. Basta, voy a…
—Quiero que me inundes —pidió, retorciéndose de pies a cabeza.
Sus piernas me abrazaron con más fuerza y finalmente me rendí. Comencé a devorar sus labios, amortiguando nuestros gemidos desesperados. Finalmente, ambos explotamos, tanto de placer como de amor.
—Ya me quiero casar contigo —dijimos al mismo