18.
Gian
—¡Mi amor! —gritó Cristel antes de abalanzarse sobre ella y besarla.
En ese momento quise apartarla, gritarle que ella era mía, pero solo me limité a apretar la mandíbula y observarlas. Alba todavía correspondía a los besos de Cristel, señal de que la quería, que estaba haciendo bien al callarme.
Cuando frenaron el beso, mi hermana se percató de mi presencia y frunció el ceño.
—¿Qué haces aquí? —indagó molesta y Alba pasó saliva, aunque Cris no lo vio.
—Vine a verificar que todos los regalos llegaran en buen estado, hermanita —contesté relajado, como si no me hubiese cogido hacía unos minutos a su novia.
—¿Así que fuiste tú, estúpido? —me recriminó. Alba, disimuladamente, le soltó la mano y la miró con tristeza, lo que hizo que me levantara y mirara muy enojado a Cristel.
—¿Soy estúpido por defender a Alba? —pregunté con indignación.
—Ella no necesita todas estas cosas de parte de esa gente asquerosa —replicó mi hermana.
—No, me queda claro que no, pero sí se merec